Lo que me faltaba...

domingo, 23 de septiembre de 2012

Breve (cartas)


Ellos se conocieron por casualidad, que es la manera en la cual se encuentran los grandes amores, algo simple. Ellos se encontraron fortuitamente un sábado, él había quedado con su amiga para ir al cine, esa mujer de la que había estado enamorado desde hace ya varios años, esa que por fin había aceptado su invitación, esa con quien quedo de verse en la tarde de ese sábado. Muy contento había llegado una hora antes de lo acordado. Compró dos boletos para la función vespertina para ver Ghost, la sombra del amor, y esperó… camino por la calle para matar un poco los minutos, decidió el lugar donde comerían antes de la función, e imagino la ruta que seguirían. Nunca había tenido una cita y estaba nervioso, entonces comenzó a soñar despierto, empezó a hacer su plan, que le iba a decir, que le iba a contar... Se dio cuenta que llevaba algo de tiempo bajo el ardiente sol y que la hora del encuentro llegaba rápidamente. Se acercó muy puntual con una sonrisa en su cara y con los boletos del cine en su mano, estaba en el lugar acordado y la espero con gran ilusión; pero ella nunca llegó... Él, sediento y un poco melancólico, camino lentamente hasta la plaza al lado del cine, siguió por un pasillo y compro un refresco de lata, uno realmente helado.

Fue una gran casualidad. Él caminaba cansado y sediento malabareando el refresco de una mano a la otra intentando no congelarse las manos mientras se sentaba en el suelo de ese pasillo. Ella lo vio hacer malabares y rio un poco, de su bolso saco un par de pañuelos y se los ofreció. Ella estaba a no más de 4 metros de él en ese mismo pasillo, tal vez ella también estaba esperando a alguien que no vino, quien sabe, yo que se... es lo de menos. Se acercó, lo miro a sus ojos tristes y dijo: –¿Me permite?– señalando  el suelo justo al lado de él. El la miro, sonrió y asintió. Ella se sentó, y claro no había nada de qué hablar, así que simplemente se le ocurrió decir: –Bonito día– Parecería mentira decir que en seguida empezaron a profundizar... aunque realmente así fue cuando él le dijo: –Oh, sí, si la verdad es que hace un bonito día– y aunque no lo fuera también.

Poco a poco él fue venciendo la timidez que lo caracteriza. Ella no pudo evitar mirar las entradas al cine que estaban en sus manos aun. No hay que ser un gran detective para saber lo que le había pasado, ojos tristes y entradas al cine; pero ella no quiso preguntar nada, simplemente prefirió invitarlo al cine. Él se sorprendió un poco, nunca le había pasado algo semejante, tardo un poco en reaccionar diciéndole que curiosamente le sobraba una entrada, que porque su amigo le había fallado, y excusas sin sentido realmente… ella no se lo creía, ningún hombre vería Ghost, con un amigo; pero realmente no le intereso. Él no sabía que ocurría pero no quería desperdiciar ni las entradas, ni el tiempo, así que la invito. Yo no sé muy bien si para sorprenderla o no; pero el momento justo cuando el protagonista entra en al cuerpo de Oda May y comienza la canción, él rompió a llorar. Esto a ella le pareció muy tierno, yo quiero pensar que fue en verdad.

Al principio para sorprenderla él conto alguna mentira… que si era un gran músico, y conocía gente famosa y cosas por el estilo… aunque bueno, luego reconoció que realmente no había logrado nada con su grupo musical; pero eso fue una vez que habían creado confianza, ya habían pasado del refresco, al café. Para entonces ya habían descubierto que tenían más afinidades de las que pensaban al principio, les gustaban las mismas cosas y compartían gustos musicales. Él la llevo al concierto de Miguel Bose, tenía un amigo productor que… bueno no importa, resulta que cuando sonaba la canción de ‘Te amaré’, se atrevió a tomarla de la mano, a ella le latió muy fuerte el corazón. Y poco a poco se fueron inevitablemente enamorando, y no por Miguel Bose, ni por ‘Te amaré’… quizá más por aquello de llorar con La sombra del amor, no lo sé.

Una mañana él se levanta y al abrir los ojos se da cuenta que esta perdidamente enamorado de ella. Entonces quedaron de verse en aquel pasillo donde se habían conocido de casualidad. Para él era muy importante verla allí, y fue en aquel lugar donde ella le dijo:
 –Sabes creo que tengo que irme por algún tiempo– Él no entendía lo que empezaba a sentir.
–¿Pero porqué?,  ¿a dónde?, yo quería decirte justo lo contrarío… que te quedaras conmigo para toda la vida.– Y ella le explico que no se preocupará, que ella se quedará con él para siempre, que lo prometía, pero tenía que irse por algún tiempo.

–Yo estaré esperando el día que vuelva, para retomar contigo este camino que comenzamos.– Ese lugar cobraba un nuevo significado para él. –Además, cada 15 días, puntualmente te mandaré una carta contándote todo lo que siento, todo lo que te pienso, lo mucho que te echo de menos, y lo poco que falta para vernos.– Él no sabía qué hacer, no sabía que decir, había practicado para decirle otras cosas, nunca espero algo como esto. –Bueno, pero si no te fueras mejor.– Le dijo.

Ella se fue. Y fue entonces cuando él se dio cuenta que ese asunto no tenía remedio. Que estaba atorado en ese sentimiento, que no había magia alguna, ni pócima, nada. Simplemente no podía alejarla de su mente. Que era totalmente falso eso que ’un clavo saca a otro clavo’. Que no existía otra manera de amar. Que no la iba a olvidar.

A los 15 días llego la primer carta de ella, llena de besos y caricias, de esperanzas y añoranzas. Él lloró, esta vez no había duda alguna, era de verdad. Rápidamente escribió una respuesta a la carta, nunca había escrito algo tan bonito, no sabía siquiera que podía hacerlo, ninguna de sus canciones le llegaba a los talones a esta carta. Esa misma tarde la mando.

Él guardaba las cartas con mucho cariño encima de la mesilla. Y pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y las cartas cada vez se hacían más pequeñas, por lo menos las que llegaban a casa. No era su culpa, él intentaba responderle lo antes posible, intentaba  contarle más cosas, intentaba que ella le contará mas. Las cartas se acumulaban. Su vida consistía en esperar a que llegará el decimoquinto día, abrir el buzón y leer un poco de su amada, alguna promesa, alguna palabra. Esperando esa carta donde ella le decía que volvía.

Pasaron algunos meses, hasta que un decimoquinto día, se encontró con un buzón vacio  y con su corazón hecho trizas. Él ya había pensado en esa posibilidad, así que no le sorprendió sentir sus mejillas mojadas. En lugar de olvidarla, siguió escribiéndole, extrañándola, esperándola,  tratando de expresar con palabras lo que no se puede explicar. Comenzó a vivir del recuerdo leyendo aquellas cartas que ella le había escrito, su mayor tesoro. No había manera alguna que él dejará de mandarle alguna carta, aun meses después, él simplemente no desistía,  seguía escribiéndole, tratando de encontrar respuestas a sus propias preguntas. Se reclamaba a si mismo haberla dejado ir... y las cartas se hacían más y más hermosas. Él esperaba que ella leyera las cartas, no quería otra cosa; pero no comprendía el sentido de ello, no estaba seguro siquiera de que ella las viera. Y de repente una, tal vez dos buenas fechas dejo de hacerlo… pero según tengo entendido no dejo de escribir, no dejo de sentir; pero no estaba dispuesto a esperar más. Tal vez después de todo… si podamos  sacar un clavo siempre que uno lo quiera así.

Aun recibía cartas, y aunque a ella ya no le hacían falta, las leía en su recamara, por simple curiosidad, o tal vez no. Ella ya había encontrado a esa persona que aquel lejano día en ese pasillo estaba buscando. Tenía tiempo de estar con esa persona. La feliz pareja se conoció rápidamente. El muchacho llego un día con una sorpresa, como le encantaba Ricardo Arjona, decidió comprar un par de boletos de primera fila para verlo. A ella simplemente no le gustaba una sola canción, se le hacía burdo y exagerado su estilo; pero calló… al fin era un hermoso detalle. Al siguiente fin de semana, decidieron ir a ver la película Titanic. El muchacho había tenido mucho trabajo en la semana, o que se yo… a la mitad de la película se quedo profundamente dormido. Terminada la película salieron del cine, no estoy muy seguro de lo que ella vio o de lo que quiso ver al otro lado de la acera, ella misma no sabe si ocurrió en verdad porque curiosamente la luz del sol la cegó por unos segundos. Lo que sí sabemos es que su corazón comenzó a palpitar rápidamente, que de su ojo izquierdo bajo una lagrima lentamente, y que dejo escapar un pequeño suspiro del cual apenas era perceptible un débil: –Te extraño.– Su cabeza estaba llena de dudas… no imagino que difícil seria estar en su situación. Se perdió entre los brazos del muchacho, disculpándose con que la película le había hecho llorar. El muchacho solo le dijo que era muy exagerada, que… no era para tanto.

Ese mismo sábado decidió que la siguiente carta la respondería, que estaba dispuesta a pedir perdón, sólo que no sabía porque pedir perdón. Llego la quincena, pero vino sin carta alguna. Ella no recordaba si eso había pasado alguna vez, decidió esperar otros 15 días, y otros… Paso algún tiempo antes de que ella se decidiera, algunos meses, un año o dos tal vez, no recuerdo del todo bien. No tenía idea de que escribirle, como contarle, que hacer para volver a ese tiempo.

Ya no recibía cartas desde hace bastante tiempo, ya no le hacían falta. Él ya no escribía cartas, no tenia mas sentimientos que contarle a nadie, decía que ya la había perdonado, aunque yo no lo creo. Empezó a escribir un diario desde algún tiempo, dirigido al aire, a quien lo leyera, a cualquiera que lo escuchara. Desgraciadamente la mayoría de las palabras de ese su diario eran de rencor, no la había perdonado realmente. Algunas tardes de domingo, él soñaba con recibir una carta, como esas que llegaban temprano, con aquellas promesas, quien sabe si falsas, con declaraciones imposibles, esperando recordar cada palabra que le había mandado a ella. Con el tiempo mucho tiempo aprendió a comer solo, y alejarse de lo que nunca fue…

Nuestra mujer pérdida sin saber qué hacer, había muchas veces querido acabar con todo, quemar las cartas o tirarlas al rio, lo que sea. Cualquier cosa para olvidar todo… un día por casualidad se le ocurrió una gran idea.

Un día, nuestro hombre llego a casa, después de haber pasado una hermosa tarde con aquella amiga suya, que lo espero tanto tiempo. Al abrir el buzón, adivina lo que se encontró. Una carta. Escrita por él mismo, nunca había leído algo tan bonito. Ella decidió mandarle las cartas, tal y como él se las había mandado. Ella comenzó de igual manera a recibir puntualmente cada quince días, las cartas que había escrito, por riguroso orden.

Ahora ella se moría de miedo porque no creía merecer estar con él, y resucitaba con la esperanza de recibir alguna carta diciéndole que volvía.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Blindgyde (Callejón)


Sé quién es usted, señor de extraña sonrisa, se lo que intenta, no podrá lograrlo, cree que tiene el poder pero no es así señor de extraña sonrisa, no ha conocido a nadie como yo… lo he visto por estos parques, se lo que piensa al vernos a mis amigas y a mí, pero no podrá hacerlo señor de extraña sonrisa. 
Sé que está sentado en la banca de enfrente fingiendo leer un periódico; pero que espera el momento idóneo, no lo he permitido los últimos meses, aun no estaba listo señor de extraña sonrisa. No es una buena persona, piensa que tiene el control; pero no me conoce, no me conoce señor de extraña sonrisa.
Hoy en el kínder aprendí a bailar una nueva canción, le mostraré como es… míreme señor, se que quiere seguirme, se que le gusta verme saltar, venga sígame, ya se jugar al avión. Sé que no conoce esta zona de la ciudad, tampoco nadie lo conoce a usted señor de extraña sonrisa. No me pierda de vista, no quiero tener que esperar un día más.
Sé que lo que tiene en esa botella no es agua, y también se que le gusta verme entrar a este callejón, sígame señor de extraña sonrisa, no quiero que se pierda por aquí. Acérquese, quiero que me vea bajar estas escaleras, es un lugar oscuro, se que se le olvido tener miedo señor de extraña sonrisa. Mala decisión.
No lo escucho, pero sé que está allí señor de extraña sonrisa, puedo sentir como abre la botella y moja un pañuelo, debería ajustarse los anteojos señor de extraña sonrisa, quiero que vea bien lo que está por pasar.
No debería tener miedo lo ha hecho muchas veces, se que tiene un mal presentimiento, no es la primera vez que lo siente; pero no se preocupe señor de extraña sonrisa, el teléfono que cargo es de juguete. A su alrededor no hay nadie más que usted señor de extraña sonrisa, no hay nadie que pueda defenderle, y usted no podrá hacerlo tampoco. Puedo sentir su miedo señor de extraña sonrisa, aun así no puede evitar avanzar a mis espaldas. Nunca debió seguirme hasta este húmedo sótano.
Piensa en salir de aquí, señor de extraña sonrisa; pero no puede evitar tocar mi hombro. Trata de usar la fuerza, por una extraña razón no es necesario, giro antes de que lo haga. Se arrodilla justo frente a mí, puedo sentirlo, me mira y puede ver que tengo los ojos cerrados, puedo sentir como saca su lengua y la acerca a mi rostro. Disfrute un poco señor de extraña sonrisa, aun no puede comprender lo que pasa. Abro mis ojos y le miro fijamente, usted se levanta. Debe mirarme a los ojos señor de extraña sonrisa, no puede evitarlo, ¿Que es lo que piensa? ‘Ojos de muñeca’, puede ser. Aun no sabe nada de mí, hay una razón muy importante por la cual los tengo así.
Sé que esta impactado ya es tarde para arrepentirse, sé que no esperaba escucharme gritar tan rápido, menos con su voz: -¡Ya no más!-
Mis ojos se han quedado en un profundo blanco, se que ahora no puede moverse señor de extraña sonrisa. Tengo poco tiempo, muevo mi manos enfrente de mi cara, usted no decide sus movimientos y me sigue en la coreografía. No se esfuerce, todo lo que logrará es lastimarse, ahora me tomo del cuello, y me levanto. Esta parte nunca me gusta, floto en el aire, usted no tiene suficiente fuerza para levantarse, intenta gritar. Sé que se arrepiente de todo el daño que causo, pero es demasiado tarde señor de extraña sonrisa.
Su sangre no puede llegar a sus extremidades, siente como va perdiendo sensibilidad en ellas, siente un poco de dolor, no sabe lo que es el dolor realmente. No llore, sólo obtendrá sangre de sus ojos, me hará sentir culpable, y se desmayará más rápidamente, no quiero eso. Sé que me empieza a ver borrosa señor de extraña sonrisa; pero le pido que se esfuerce falta la mejor parte, mis manos sueltan mi cuello y caigo rápidamente al suelo. Por un instante es dueño de su cuerpo, señor de extraña sonrisa, ¿Qué piensa hacer? A penas puede moverse, comienza a recordar las muñecas que ha tomado, una a una, ¿Ahora puede recordarme señor de extraña sonrisa? Una extraña sensación invade todo su cuerpo y logra juntar la fuerza para liberar un leve, -Por favor, ya no más.-
Usted no quiere escuchar lo agudo y estruendoso de el sonido que sale de mi boca, no tiene remedio alguno, aun tiene pocos segundos, debería reflexionar, para en un futuro lograr escapar; pero apenas tiene fuerzas para levantar la mirada, aun falta lo mejor señor de extraña sonrisa, haga un esfuerzo. Míreme fijamente mientras mis ojos pasan de ser blancos a un profundo negro, mire mi sonrisa a través de su lectura.
Sé quién es usted, señor de extraña sonrisa, se lo que intenta, no podrá lograrlo, sabe que no tiene el poder y está en lo cierto señor de extraña sonrisa, no ha conocido a nadie como yo… lo he visto por estos parques, se que ya no quiere ver a mis amigas, ni a mí; pero no puede evitar hacerlo señor de extraña sonrisa. 
Sé que está sentado en la banca, parecería que lee un periódico; pero se que espera el momento idóneo para escapar, no lo he permitido los últimos meses, aun no estaba listo señor de extraña sonrisa. No es una buena persona, sabe que no tiene el control; pero no me conoce, no me conoce señor de extraña sonrisa.
Hoy en la escuela aprendí a leer de corrido, le mostraré como lo hago… míreme señor, se que quiere seguirme, se que le gusta verme saltar, venga sígame, ya se contar hasta cien. Sé que no reconoce esta zona de la ciudad, tampoco nadie lo reconoce a usted señor de extraña sonrisa. No me pierda de vista, no quiero tener que esperar un día más.

lunes, 10 de septiembre de 2012

3. Udnævnelse


Normalmente los lunes son rehuidos por todos, yo lo he estado esperado toda la semana, en la tarde tendré una cita. Desperté lleno de energía, creo que estoy muy ansioso. Me levanto entusiasmado y con una sonrisa en mi cara, no es como que pueda verla; pero uno se da cuenta cuando eso sucede, inclusive me duelen un poco los cachetes, algo bueno debí de haber soñado durante toda la noche. Enciendo el calentador para que el agua este lista mientras desayuno, porque hoy será un largo día.
Salgo cerca de las 6 AM, cuando la luz del sol aun no ilumina en su totalidad, puedo oler el pasto mojado del jardín, por una razón que no tiene sentido alguno una imagen suya aparece en mi mente, es una fria mañana siento el fuerte aroma que desprende el rocio, al mismo tiempo que siento un escalofrió. Camino unas cuadras y tomo el transporte público. A pesar de lo pesado del trafico la tensión del viaje se ve interrumpida cuando se sube un muchacho. Lleva una guitarra y en conjunto con su voz, ameniza un poco la travesía.
Acaba sus tres canciones y nos pide una monedita diciendo. –Se que lo más importante es siempre creer en uno mismo; pero su monedita, además de ayudarme a comer es esa pequeña ayuda de parte de los demás que es una gran bendición.- Dejando de lado que la música me agradó, las palabras me llegaron profundo, se llevo bastantes monedas de ese viaje.
El día transcurre de lo más tranquilo, será porque no he dejado de pensar en que pasará, no puedo concentrarme en nada mi mente vuela, sólo vuela. Caminando me encuentro con un puesto de flores, y recuerdo al cantante amateur. Se me ocurre llevarle unas flores, espero que de alguna manera le ayude a salir de ese mundo, se que las flores no le darán de comer; pero quiero que mejore su vida.
Llego al lugar de la cita, saludo al vigilante, somos buenos amigos, al parecer llego a tiempo, no me hacen esperar, subo dos pisos, me gusta hacerlo por las escaleras me dan tiempo para pensar en ella, como si no lo hubiera hecho durante el día entero. Sé que ella no suele recibir este tipo de visitas, ojala que se vaya acostumbrando...
Llego a la habitación, no sé porque estoy nervioso, no es como que no lo haya hecho antes, he estado antes aquí. Lentamente giro la perilla y entro a la habitación, ella esta esperándome en la cama, como cada semana. La saludo y le muestro las flores, se me sale una sonrisa boba aunque a ella no le parece gracioso.
-Se que no suelen traerte flores y a pesar de no saber cuáles son tus preferidas, te traje unas rosas.-  le miro fijamente y puedo alcanzar a distinguir una sonrisa. -Casi nunca fallan.-  Espero que sea una sonrisa, aunque lo más seguro es que la este imaginando, me acerco a la ventana y mi mirada se pierde por un instante en el horizonte. –Se que nadie viene a platicar contigo, se que suelen venir a otras cosas; pero toda la semana he estado ansioso de verte- Volteo a verla. –Y contarte todo lo que me ha pasado en la semana.- No hay respuesta alguna, espero que no sea indiferencia lo que veo, no puedo estar seguro.
-Bueno- Mi mirada se aleja de ella, buscando algún lugar donde dejar las flores, no hay ningún lugar en donde ponerlas. –Quiero que sepas que cada semana seguiré viniendo.- Camino despacio hacia la puerta. –A pesar de que parezca que ni siquiera me conoces, ya te he contado mucho de mí, y… y… - Tartamudeo al hablar, no puedo creer que este tan nervioso, aspiro fuertemente dándome animo y termino la frase. -Y aunque parezca extraño ya siento que te estimo.- Le sonrió y me sonrojo. Abro la puerta, salgo y camino unos cuantos metros, donde veo a una mujer caminando, le toco el hombro mientras le digo. –Enfermera, me podría conseguir un florero por favor-

sábado, 1 de septiembre de 2012

Påkaldelse


Un día de hace ya bastante años, un septiembre según recuerdo, de esos tiempos cuando tenia no más de 18 años, hice un viaje especial... son de esos recuerdos que salen a veces en las noches de insomnio, esos que añoras. Ese día había llovido bastante, después de la escuela pase a mi casa a arreglarme, tenía un compromiso. Me puse un pantalón de mezclilla, mi playera del concierto de mi banda favorita, una camisa amarilla y un saquito.
Recuerdo muy bien que viajaba muy entretenido en el transporte público, en algún punto de éste, comencé a hablar con ella. El transporte de repente dejo de avanzar, es algo normal suele haber mucho tráfico, así que seguí con el chisme. Pasaron de 15 a 20 minutos cuando me di cuenta que no se movía para nada el camión, ya era algo inusual. Lo medite unos instantes y baje para caminar hacia mi destino, me seguían aquellos tonos... de aquella mujer, caminamos un poco hasta donde estaba bastante inundado, además de todo se me había terminado el saldo de mi celular.
Ella me había contado que esa tarde había ido a hablar con su novio, el que hace días atrás no veía para cortar por lo sano, y según me comento esa fecha pero del año anterior había hecho justo lo contrario. Durante la charla me había adentrado mucho en su vida y ella en la mía.
Llegando a el crucero era evidente la gran inundación, mi cita era lejos hacia el otro lado de la laguna, recordé también cuando era niño como cruzaba os charcos para no mojarme las piernas, saltaba rápidamente levantando mucho las piernas tipo 'paso yogui', siempre era muy gracioso; pero también quedaba seco. Cruce sin siquiera mojarme a pesar de la gran inundación, ya del otro lado pensé en comprarle crédito a mi celular; pero algo curioso paso por mi mente que me hizo volver mi mirada atrás, estaba yo de tan buen humor, tan feliz, que lo que vi me hizo regresar.
En el centro del crucero, estaba un escarabajo, un vochito allí varado, todos los demás coches estaban en los bordes de la laguna, seguros... por alguna razón que desconozco el vochito intento cruzar, aun sabiendo que no lograría pasar del otro lado tan fácilmente, no me gusta especular acerca de eso, hay una zona de hospitales muy cerca de ese lugar como para evitar pensar algo malo, sí ese día decidí no especular, menos hoy. Estaba yo allí curiosamente seco; pero algo me dijo que tenía que ayudar a sacar ese vochito. Me metí al agua, me llegaba más o menos a las rodillas, creo que un poquito más, no me importó, ya estando dentro me acerque al vochito y ayude a empujarlo, fue pesado al principio, aunque el dueño también lo empujara, había que alejarlo de la laguna. Una vez fuera no hubo muchos problemas para llevarlo a la orilla. El chavo que llevaba el coche se veía apresurado, aun así me agradeció y me pregunto muy seriamente qué cuanto me debía... lo vi con intensión de sacar su cartera, no me pareció correcto recibir dinero, no lo había hecho por eso, por lo que me desvanecí entre la gente, la lluvia intermitente y compré crédito a mi celular.
Caminé junto a ella algunos kilómetros más, mientras hablábamos de realmente nada, gracias a su cálida presencia se secaron mis piernas, llegamos al restaurant donde tenía mi cita. Aun no estaban allí, así que decidimos pasar, yo pedí un chocolate bien calientito, me dijeron que no tenían, ella rio, yo sonreí, y ella me miró. -Es imposible.- dije. El mesero me dio la carta y yo pedí un refresco, ella tenía su chocolate humeante y me lo presumía. Reímos, reímos mucho. La mire directo a los ojos, y tome una de sus manos, la que descansaba en la mesa, ella al parecer involuntariamente libero un suspiro y una sonrisa, estábamos compartiendo todo lo que teníamos en ese presente, en esa realidad. El refresco se me hizo muy pequeño, o el tiempo aceleró su paso, nunca lo sabré, la verdad es que no recuerdo cuanto tiempo estuve con ella, y es irrelevante saberlo también. Mi imaginación volaba más que ahora, y sabía que esto estaba por terminar... en la ventana veía pasar a mi cita, me levante agité mi mano para que me viera a lo lejos, al mismo tiempo que me despedía con un fuerte abrazo de ella, segundos después se desvaneció entre mis brazos esa oscura noche.